Doce años pasan en un suspiro.
Aún recuerdo la primera vez que te tuve en brazos, una minúscula bola de pelo blanco con los ojos aún cerrados, debías tener dos o tres días de vida.
Maullabas sin parar, estabas delgada, llena de pulgas… no me importó, te metí dentro de mi abrigo para mantenerte calentita y dejaste de maullar.
Fueron 15 días “horribles”: biberones cada tres horas, maullabas sin parar si no estabas en mis brazos. Pero eras tan preciosa…la primera vez que me miraste, con esos ojazos azules, sentí que me derretía: mi gata preciosa, mi Kalhúa.
Fuiste la primera integrante de mi pequeña familia: éramos tú y yo, nadie más. Después llegaron los demás: tu “hermano-perro” Mágnum, tu “padre” Fran, tus “hermanos-humanos” Erin y Unai….Perdiste protagonismo sin quejarte, nunca.
Compartiste mi cama, después te fuiste a la cocina…te adaptaste. Lo único que pedías era una caricia de vez en cuando.
Hoy me doy cuenta de lo efímero de la vida, tenía una lata de comida reservada para esta noche: salmón, tu preferida. ¿Por qué no te la di ayer? ¿La semana pasada?
La tengo en la mano, tú ya no estás…No volverás a llamarme cuando me levanto de madrugada a la cocina, no me llenarás de pelos blancos las medias, no maullarás cuando necesites una caricia ni te enroscarás entre mis piernas cuando yo necesite una tuya….
Has estado doce años acompañando a esta humilde familia, gracias…mil gracias por darme todo el amor que nos has dado, sin reclamarme nada, sin condiciones….
Descansa en paz, mi preciosa Kalhúa, estés donde estés.
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